domingo, 16 de marzo de 2014

Koldo es normal

Cuando allá por el año 2000 vimos nacer el 'reality' Gran Hermano, no podíamos prever la gloriosa explosión del género a que íbamos a asistir durante la siguiente década y media. Románticos como somos, nos apresuramos a analizar el nuevo fenómeno como si fuera una mariposa huidiza que se nos podía escapar de las manos. Con la perspectiva que da el tiempo, este texto a propósito de la primera edición del concurso resulta tan ingenuo como el taparse los ojos de los niños ante un beso, pero tal vez sirva como testimonio del modo en que ha cambiado el mundo desde entonces.


Quedan pocos días para que llegue a su fin la primera edición de Gran Hermano, el concurso que ha mantenido al país pendiente del televisor, entre la estupefacción y el interés, durante tres meses. A la hora de entrega de este artículo aún se desconoce quién será el último eliminado por voluntad popular. Los que parecen contar con más posibilidades son Koldo, un joven vasco algo pedante, e Iván, un mal bicho cortito de luces que ha conseguido a duras penas mantenerse entre los candidatos al triunfo. El público escogerá como ganador a uno de los tres supervivientes.

Las razones del éxito de Gran Hermano están siendo y serán analizadas por sociólogos y críticos televisivos: de eso comen. A bote pronto, la audiencia parece dividirse en dos grandes grupos: el conformado por adolescentes, en general del sexo femenino, que siguen el espacio como si fuera una teleserie –lo cual habla a las claras sobre sus exigencias en materia de argumentos– y, aún peor, han adoptado a los concursantes como modelos a imitar; y el del pueblo sensato, esto es, estupefacto, que si atiende al programa lo hace con la poco cristiana intención de mofarse de sus protagonistas. La actitud de esta clase de espectador es en principio contemplativa y neutral; da la impresión de que las que votan son las jovencitas del primer grupo, que favorecen a los muchachos más guapos y van a otorgarle, seguramente, los veinte kilos del premio al andrógino Ismael. No obstante, me consta que hay quien llama al teléfono de las votaciones, o al menos presume de ello, movido por propósitos de otra índole. Conocí en un bar a un tipo empeñado en conseguir que Koldo saliera de la casa. Justificaba su postura en los siguientes términos:

a) Queremos ver retrasados mentales, para que nos hagan reír.
b) Koldo es normal.

Los que disfrutan con estas cosas tienen la diversión asegurada. Antena 3 y la propia Tele 5 preparan dos nuevos concursos, consistentes en pasear a un grupo de escogidos por media España y grabarlos, uno; y soltarlos en una isla desierta, y grabarlos, el otro. Si el sereno ambiente de la casa de Gran Hermano no ha conseguido inspirar ninguna actividad intelectual a sus habitantes, difícilmente lo harán los más promiscuos de un autobús o una isla. Estamos de suerte.

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